Y a
Dios se le ocurrió en este tiempo instalar una tienda en el principal centro
comercial de la ciudad, en la cuál, quien necesitara algo en la vida lo pudiera
adquirir ahí, en una tienda elegante, con personal celestial atento a las
necesidades de los clientes.
En ese lugar la gente podría comprar todo lo que
necesitaba, ser amado, felicidad, alegría, riqueza material y todo lo que el
hombre pudiera imaginar. Y llegó un cliente ambicioso que solicitó le
levantaran su pedido:
• ¿Qué
desea, señor?
— Felicidad
y amor.
• ¿Algo
más? —le cuestionó el vendedor.
— ¿Se
puede pedir aún más? —respondió el cliente
• Todo
lo que usted necesite.
— Pues
mire, necesito además paz espiritual, prosperidad, alegría y sabiduría para
comprender a los demás.
• ¿Eso
es todo? —replicó el vendedor.
—
Sorprendido el comprador agregó; Si además todo lo que he pedido se lo
pudieran entregar también a mis amigos, a todo el personal de mi empresa y de
ser factible a mi comunidad, a mi país y todo el mundo —e1 vendedor
cerró el pedido y le entregó al cliente su mercancía en un pequeño sobre. El
cliente escéptico, recibió el pequeño sobre y exclamó—; ¿Es todo lo que va a
entregarme?
• Y el vendedor le respondió; Usted no ha entendido la filosofía de
nuestra tienda: aquí vendemos semillas y no frutos, a usted corresponde pagar
el precio de su pedido, deberá sembrarlas en tierra fértil, cuidarlas, podarlas
y vigilar cuidadosamente su crecimiento, y si usted tiene la paciencia, el
cariño y la pasión que requieren estas semillas, darán el fruto que usted desea
para toda la humanidad.
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